AL SUELO NUESTRO PATRIMONIO

COLUMNISTA WILLIAM VIANNEYPor: William Vianney Solano - Columnista.

La etimología de la palabra Patrimonio es clara en indicar que se trata de los bienes heredados de los padres, esos bienes que para algunos tienen un valor incalculable para otros quizás importe poco.

Un grupo de indígenas de la etnia Misak derribó la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar, ubicada en el morro de Tulcán en Popayán, Cauca. El hecho ocurrió durante las protestas del 16 de septiembre contra los hechos violentos en la región, las reacciones no se hicieron esperar; el mismo mandatario de los payaneses, Juan Carlos López Castrillón, se pronunció repudiando el acto.

Y qué hay del derribo de los otros patrimonios, dónde quedaron ese conjunto de bienes familiares, esas raíces, que son de la titularidad jurídica de un jefe de familia que también fue asesinado, herencia, o dote que también debe importarle al gobernante. Y cuándo habrán de pronunciarse frente al derribo de los derechos humanos que cada día se registran en inmediaciones de la ciudad blanca, donde a propósito sus tierras han sido regadas con sangre y fuego como si fueran abono de su precioso suelo, porque los cobardes armados asesinaron a los que les estorbaban para ampliar sus tierras.

Por eso hoy de sus tierras nace un canto triste que a nuestro corazón latino hace hervir la sangre latinoamericana. Esos suelos cuyos frutos enlodados están por culpa de unos que han sabido defraudar a tan precioso suelo.

Y para cuándo se manifestarán por el sinnúmero de patrimonios caucanos que las balas malditas derriban a cada momento en lo que ellos, los de arriba, llaman asesinatos colectivos? Y para cuándo es el manifiesto difundido por los medios frente al escenario triste de ver convertidos en mendigos los niños indígenas en las urbes que las invaden por ser expulsados de su propio pueblo?

Hay otro patrimonio que no puede ser excluido del lamento de los gobernantes, hay otro patrimonio que no puede, ni debe ser excluido de la agenda del gobierno, los indígenas y los líderes sociales que han sido asesinados durante el aislamiento preventivo obligatorio en un país que se empeña en enfrentar el COVID-19, mientras los asesinos saben dónde viven sus víctimas, víctimas que como estatuas, no se pueden mover de sus casas por la medida adoptada de un cuestionado gobierno.

Las ramas caídas de una estatua que posaba fría en un cerro de Popayán, impide seguir contemplando el bosque entero que arde en llamas por culpa de la sangrienta violación de los derechos humanos, el reclutamiento forzado de niños, por parte de milicias ilegales que los saca corriendo de las montañas como desplazados, en un cifra que nunca para; el estruendo producido por la caída de Belalcázar, no deja escuchar las voces de los cerca de 370 indígenas de comunidades embera que también llegaron a Bogotá pidiendo ayuda a un presidente que nunca escucha o que termina preguntando de qué me hablas viejo? .

Un Gobierno que se afana con quemar incienso en templos lejanos a la espera de certificaciones internacionales, olvida la flor que nace en su propio jardín porque tampoco fue capaz de cumplir lo prometido.

DCerca/Periodismo Independiente.

***Este artículo obedece a la opinión del columnista. Radio Diez Internacional Noticias no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

Etiquetas: Radio Diez,, Alcalde,, Morro,, Patrimonio,, Estatua,, Columnista,, Suelo,, Sebastián de Belalcázar,, Etnia,

Imprimir